La Celestina - Planto de Melibea

Revisando viejos libros, encuentro La Celestina, de Fernando de Rojas. Interesante y compleja obra, la abro y hojeo hasta llegar al penúltimo acto. Releo lo que leí ya hace años... y me detengo en la cadencia final. Gran artificio, juxtaposición de frases simples, sentencias reberberantes, las últimas palabras de la dama a su padre, gran muestra de la vieja retórica latina.
Fernando de Rojas: Tragicomedia de Calisto y Melibea, XX

[...]
MELIBEA.
(A solas) De todos soy dejada. Bien se ha aderezado la manera de mi morir. Algún alivio siento en ver que tan presto seremos juntos yo e aquel mi querido amado Calisto. Quiero cerrar la puerta, por que ninguno suba a me estorbar mi muerte. No me impidan la partida, no me atajen el camino por el cual, en breve tiempo, podré visitar en este día al que me visitó la pasada noche. Todo se ha hecho a mi voluntad. Buen tiempo tendré para contar a Pleberio, mi señor, la causa de mi ya acordado fin. Gran sinrazón hago a sus canas, gran ofensa a su vejez, gran fatiga le acarreo con mi falta, en gran soledad le dejo. Y caso que por mi morir a mis queridos padres sus días se disminuyesen, ¿quién duda que no haya habido otros más crueles contra sus padres? Bursia, rey de Bitinia, sin ninguna razón, no aquejándole pena como a mí, mató a su propio padre; Tolomeo, rey de Egipto, a su padre e madre e hermanos e mujer, por gozar de una manceba; Orestes, a su madre Clitemnestra; el cruel emperador Nerón, a su madre Agripina por sólo su placer hizo matar. Éstos son dignos de culpa; éstos son verdaderos parricidas que no yo, que con mi pena, con mi muerte, purgo la culpa que de su dolor se me puede poner. Otros muchos crueles hubo que mataron hijos e hermanos, debajo de cuyos yerros el mío no parecerá grande: Filipo, rey de Macedonia; Herodes, rey de Judea; Constantino, emperador de Roma; Laódice, reina de Capadocia, e Medea, la nigromantesa. Todos éstos mataron hijos queridos e amados sin ninguna razón, quedando sus personas a salvo. Finalmente, me ocurre aquella gran crueldad de Frates, rey de los partos, que, por que no quedase sucesor después dél, mató a Orodes, su viejo padre, e a su único hijo e treinta hermanos suyos. Éstos fueron delitos dignos de culpable culpa, que, guardando sus personas de peligro, mataban sus mayores e descendientes e hermanos. Verdad es que, aunque todo esto así sea, no había de remedarlos en lo que mal hicieron; pero no es más en mi mano. Tú, Señor, que de mi habla eres testigo, ves mi poco poder, ves cuán cautiva tengo mi libertad, cuán presos mis sentidos de tan poderoso amor del muerto caballero, que priva al que tengo con los vivos padres.

PLEBERIO. Hija mía, Melibea, ¿qué haces sola? ¿Qué es tu voluntad decirme? ¿Quieres que suba allá?

MELIBEA. Padre mío, no pugnes ni trabajes por venir adonde yo estoy, que estorbarás la presente habla que te quiero hacer. Lastimado serás, brevemente, con la muerte de tu única hija. Mi fin es llegado; llegado es mi descanso e tu pasión; llegado es mi alivio e tu pena; llegada es mi acompañada hora e tu tiempo de soledad. No habrás, honrado padre, menester instrumentos para aplacar mi dolor, sino campanas para sepultar mi cuerpo. Si me escuchas sin lágrimas, oirás la causa desesperada de mi forzada e alegre partida. No la interrumpas con lloro ni palabras; si no, quedarás más quejoso en no saber por qué me mato que doloroso por verme muerta. Ninguna cosa me preguntes ni respondas, más de lo que de mi grado decirte quisiere. Porque cuando el corazón está embargado de pasión, están cerrados los oídos al consejo y en tal tiempo las fructuosas palabras, en lugar de amansar, acrecientan la saña. Oye, padre mío, mis últimas palabras e, si como yo espero las recibes, no culparás mi yerro. Bien ves e oyes este triste e doloroso sentimiento que toda la ciudad hace. Bien oyes este clamor de campanas, este alarido de gentes, este aullido de canes, este grande estrépito de armas. De todo esto fui yo causa. Yo cubrí de luto e jergas en este día casi la mayor parte de la ciudadana caballería; yo dejé hoy muchos sirvientes descubiertos de señor; yo quité muchas raciones e limosnas a pobres e envergonzantes; yo fui ocasión que los muertos tuviesen compañía del más acabado hombre que en gracia nació; yo quité a los vivos el dechado de gentileza, de invenciones galanas, de atavíos e bordaduras, de habla, de andar, de cortesía, de virtud; yo fui causa que la tierra goce, sin tiempo, el más noble cuerpo e más fresca juventud que al mundo era en nuestra edad criada. E porque estarás espantado con el son de mis no acostumbrados delitos, te quiero más aclarar el hecho. Muchos días son pasados, padre mío, que penaba por mi amor un caballero que se llamaba Calisto, el cual tú bien conociste. Conociste asimismo sus padres e claro linaje; sus virtudes e bondad a todos eran manifiestas. Era tanta su pena de amor e tan poco el lugar para hablarme que descubrió su pasión a una astuta e sagaz mujer, que llamaban Celestina. La cual, de su parte venida a mí, sacó mi secreto amor de mi pecho. Descubrí a ella lo que a mi querida madre encubría; tuvo manera como ganó mi querer; ordenó cómo su deseo y el mío hubiesen efecto. Si él mucho me amaba, no vivió engañado. Concertó el triste concierto de la dulce e desdichada ejecución de su voluntad. Vencida de su amor, dile entrada en tu casa. Quebrantó con escalas las paredes de tu huerto, quebrantó mi propósito, perdí mi virginidad. Del cual deleitoso yerro de amor gozamos casi un mes. E como esta pasada noche viniese según era acostumbrado, a la vuelta de su venida, como de la Fortuna mudable estuviese dispuesto e ordenado, según su desordenada costumbre; como las paredes eran altas, la noche oscura, la escala delgada, los sirvientes que traía no diestros en aquel género de servicio, e él bajaba presuroso a ver un ruido que con sus criados sonaba en la calle, con el gran ímpetu que llevaba no vio bien los pasos, puso el pie en vacío e cayó, e de la triste caída sus más escondidos sesos quedaron repartidos por las piedras e paredes. Cortaron las hadas sus hilos, cortáronle sin confesión su vida, cortaron mi esperanza, cortaron mi gloria, cortaron mi compañía. Pues, ¡qué crueldad sería, padre mío, muriendo él despeñado, que viviese yo penada! Su muerte convida a la mía; convídame e fuerza que sea presto, sin dilación; muéstrame que ha de ser despeñada, por seguirle en todo. No digan por mí: a muertos e a idos... E así contentarle he en la muerte, pues no tuve tiempo en la vida. ¡Oh, mi amor e señor Calisto, espérame, ya voy! Detente, si me esperas; no me incuses la tardanza que hago, dando esta última cuenta a mi viejo padre, pues le debo mucho más. ¡Oh padre mío muy amado! Ruégote, si amor en esta pasada e penosa vida me has tenido, que sean juntas nuestras sepulturas; juntas nos hagan nuestras obsequias. Algunas consolatorias palabras te diría antes de mi agradable fin (colegidas e sacadas de aquellos antiguos libros que tú, por más aclarar mi ingenio, me mandabas leer), sino que ya la dañada memoria, con la gran turbación, me las ha perdido, e aun porque veo tus lágrimas mal sufridas descender por tu arrugada faz. Salúdame a mi cara e amada madre: sepa de ti largamente la triste razón por que muero. ¡Gran placer llevo de no la ver presente! Toma, padre viejo, los dones de tu vejez; que en largos días, largas se sufren tristezas. Recibe las arras de tu senectud antigua, recibe allá tu amada hija. Gran dolor llevo de mí, mayor de ti, muy mayor de mi vieja madre. Dios quede contigo e con ella. A él ofrezco mi ánima. Pon tú en cobro este cuerpo que allá baja.

Ibam forte Via Sacra (original)

Satírico y epicúreo, Horacio (Quintus Horatius Flaccus, 68-8 a.C.) destacó en vida y en muerte (hasta hoy) por sus obras. Hijo de liberto, consiguió la amistad del gran Virgilio, de Mecenas y del mismo emperador Augusto. El Ibam Forte Via Sacra constituye una obra maestra de la sátira social de su tiempo, pero también una crítica del poeta a sí mismo.

Ibam forte via sacra
, sicut meus est mos,
nescio quid meditans nugarum, totus in illis:
accurrit quidam notus mihi nomine tantum
arreptaque manu 'quid agis, dulcissime rerum?'
'suaviter, ut nunc est,' inquam 'et cupio omnia quae vis.'
5
cum adsectaretur, 'numquid vis?' occupo. at ille
'noris nos' inquit; 'docti sumus.' hic ego 'pluris
hoc' inquam 'mihi eris.' misere discedere quaerens
ire modo ocius, interdum consistere, in aurem
dicere nescio quid puero, cum sudor ad imos
10
manaret talos. 'o te, Bolane, cerebri
felicem' aiebam tacitus, cum quidlibet ille
garriret, vicos, urbem laudaret. ut illi
nil respondebam, 'misere cupis' inquit 'abire:
iamdudum video; sed nil agis: usque tenebo;
15
persequar hinc quo nunc iter est tibi.' 'nil opus est te
circumagi: quendam volo visere non tibi notum;
trans Tiberim longe cubat is prope Caesaris hortos.'
'nil habeo quod agam et non sum piger: usque sequar te.'
demitto auriculas, ut iniquae mentis asellus,
20
cum gravius dorso subiit onus. incipit ille:
'si bene me novi, non Viscum pluris amicum,
non Varium facies; nam quis me scribere pluris
aut citius possit versus? quis membra movere
mollius? invideat quod et Hermogenes, ego canto.'
25
interpellandi locus hic erat 'est tibi mater,
cognati, quis te salvo est opus?' 'haud mihi quisquam.
omnis conposui.' 'felices. nunc ego resto.
confice; namque instat fatum mihi triste, Sabella
quod puero cecinit divina mota anus urna:
30
"hunc neque dira venena nec hosticus auferet ensis
nec laterum dolor aut tussis nec tarda podagra:
garrulus hunc quando consumet cumque: loquaces,
si sapiat, vitet, simul atque adoleverit aetas."'
ventum erat ad Vestae, quarta iam parte diei
35
praeterita, et casu tum respondere vadato
debebat, quod ni fecisset, perdere litem.
'si me amas,' inquit 'paulum hic ades.' 'inteream, si
aut valeo stare aut novi civilia iura;
et propero quo scis.' 'dubius sum, quid faciam', inquit,
40
'tene relinquam an rem.' 'me, sodes.' 'non faciam' ille,
et praecedere coepit; ego, ut contendere durum
cum victore, sequor. 'Maecenas quomodo tecum?'
hinc repetit. 'paucorum hominum et mentis bene sanae.'
nemo dexterius fortuna est usus. haberes
45
magnum adiutorem, posset qui ferre secundas,
hunc hominem velles si tradere: dispeream, ni
summosses omnis.' 'non isto vivimus illic,
quo tu rere, modo; domus hac nec purior ulla est
nec magis his aliena malis; nil mi officit, inquam,
50
ditior hic aut est quia doctior; est locus uni
cuique suus.' 'magnum narras, vix credibile.' 'atqui
sic habet.' 'accendis quare cupiam magis illi
proximus esse.' 'velis tantummodo: quae tua virtus,
expugnabis: et est qui vinci possit eoque
55
difficilis aditus primos habet.' 'haud mihi dero:
muneribus servos corrumpam; non, hodie si
exclusus fuero, desistam; tempora quaeram,
occurram in triviis, deducam. nil sine magno
vita labore dedit mortalibus.' haec dum agit, ecce
60
Fuscus Aristius occurrit, mihi carus et illum
qui pulchre nosset. consistimus. 'unde venis et
quo tendis?' rogat et respondet. vellere coepi
et pressare manu lentissima bracchia, nutans,
distorquens oculos, ut me eriperet. male salsus
65
ridens dissimulare; meum iecur urere bilis.
'certe nescio quid secreto velle loqui te
aiebas mecum.' 'memini bene, sed meliore
tempore dicam; hodie tricensima sabbata: vin tu
curtis Iudaeis oppedere?' 'nulla mihi' inquam
70
'relligio est.' 'at mi: sum paulo infirmior, unus
multorum. ignosces; alias loquar.' huncine solem
tam nigrum surrexe mihi! fugit inprobus ac me
sub cultro linquit. casu venit obvius illi
adversarius et 'quo tu, turpissime?' magna
75
inclamat voce, et 'licet antestari?' ego vero
oppono auriculam. rapit in ius; clamor utrimque,
undique concursus. sic me servavit Apollo.

Ver también:

Traducción inédita del Ibam forte Via Sacra

Traducción inédita del Ibam forte Via Sacra

Una traducción inédita del Ibam forte via Sacra ... en el s. XVIII: Vicente Alcoverro, traductor de Horacio.

* Autores: Montserrat Jiménez San Cristóbal
* Localización: Cuadernos de filología clásica: Estudios latinos, ISSN 1131-9062, Nº 17, 1999 , pags. 259-278